- Determinadas cepas de Probióticos pueden aportar al consumidor algunos beneficios para su salud, pero estos beneficios no se pueden extrapolar a otras cepas sin la experimentación correspondiente - Para que los efectos favorables de los Probióticos sean apreciables y duraderos, es necesario ingerir estas bacterias de manera regular y continuada - En el colon humano residen más de 200 especies de bacterias y una persona adulta es portadora de más de 1 Kg de bacterias intestinales
Según el comité de expertos de la FAO/OMS (Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación / Organización Mundial de la Salud) los Probióticos son “microorganismos vivos que, administrados en cantidades adecuadas, ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del consumidor”. En el mercado español hay más de 200 alimentos denominados funcionales, un calificativo que engloba a productos que han demostrado que, además de sus propiedades, benefician a una o más funciones del organismo, mejorando su salud o bienestar o reduciendo el riesgo de enfermedad. Se trata sobre todo de, alimentos infantiles, leches y yoghourts, zumos y una fracción muy importante de estos alimentos incluye Probióticos.
En la industria alimentaria actual, los Probióticos suelen incluirse en productos lácteos fermentados, también conocidos como leches fermentadas, confiriéndoles beneficios saludables y óptimas cualidades gustativas . Para que un alimento pueda ser considerado Probiótico, sus microorganismos deben estar vivos y en cantidades suficientes, deben ser estables y viables hasta la caducidad del producto y deben ser capaces de ofrecer beneficios para la salud del huésped (persona que los ingiere). La supervivencia a lo largo del tracto gastrointestinal de los Probióticos es una condición importante para que puedan ejercer sus efectos saludables, puesto que es en el intestino dónde se concentra su acción.
Los principales Probióticos utilizados para consumo humano son bacterias lácticas empleadas tradicionalmente en fermentaciones alimentarias, pertenecientes a los géneros de las Bifidobacterias y los Lactobacilos.1 Estos microorganismos contribuyen al buen funcionamiento del sistema inmunitario y de las defensas naturales, ayudan a mejorar la resistencia del organismo y favorecen la función intestinal.
Sin embargo, los efectos descritos no pueden ser atribuidos en la misma medida a todos los productos identificados como “Probióticos”. La acción saludable de estas bacterias depende de dos conceptos clave: las cepas y las cantidades.
Cepa dependencia
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha constatado que los beneficios asociados a los Probióticos son cepa dependientes, es decir, sus efectos dependen de la cepa utilizada en su elaboración y de su concentración en los productos. Según un informe elaborado por el comité de expertos de la FAO/OMS, existen datos concluyentes que confirman que “determinadas cepas de Probióticos son inocuas para el consumo humano y pueden aportar al consumidor algunos beneficios para su salud, si bien estos beneficios no se pueden extrapolar a otras cepas sin la experimentación correspondiente”.
Las bacterias probióticas se clasifican en géneros, que a su vez se subdividen en especies y en cepas. Cada cepa tiene parte de ADN propio, diferente al del resto de las cepas y que le confiere efectos específicos. No todos los productos identificados como “Probióticos” en el supermercado proceden de la misma cepa. Incluso si los fermentos utilizados son de la misma familia, sigue sin tratarse de cepas idénticas, y cepas diferentes tienen efectos diferentes. Cada cepa tiene su propio perfil de acción; es decir, cualquier cepa probiótica no va a realizar todas las acciones que se atribuyen genéricamente a los Probióticos.
Asimismo, el Programa NUSA cumple una función educativa y social vinculada a los temas de nutrición y salud, centrando su actividad en la investigación, la formación, la información y la educación.
