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MY FUCKING RESTAURANT O DÓNDE COMER DE LUJO EN PLENO RAVAL


Un restaurante 100% gluten free

Cuando el chef Matteo Bertozzi decidió abrir My Fucking Restaurant hace cuatro años, lo hizo con las cosas muy claras: quería poner en el mapa el sur del Raval, una zona considerada casi exclusivamente guiri en el imaginario colectivo de la población local, con una cocina comprometida y creativa de km 0. Todo ello, con una carta 100% sin gluten destinada a demostrar que celíacos e intolerantes también pueden disfrutar de una cocina de altos vuelos, original y sorprendente, en un entorno contemporáneo.

Y vaya si consiguió todo lo que se proponía. Poco a poco, como marcan los preceptos del Slow Food al que está adscrito My Fucking Restaurant, el chef fue creando platos de raíz mediterránea con destellos de su Italia natal y también de las cocinas del mundo que más le gustan. Platos que llegaron a oídos (y al paladar) de un público local que desde los inicios se ha mostrado fiel a la particular visión de la gastronomía de Bertozzi y Paolo Mangianti, con quien trabaja mano a mano.

En el bonito comedor de este local –de estética contemporánea y cuidado al detalle sin perder ese aire informal que ya nos anuncia su nombre– es un desfile de platillos y tapas ideados para compartir que, en todos los casos, tienen un punto creativo, un guiño al comensal, a quien se invita a participar en este gran divertimento que es y tiene que ser siempre la gastronomía. Porque en My Fucking Restaurant creen que no, que la gastronomía no es una cosa muy seria y nos invitan a brindar por ello con un buen cóctel entre las manos.

La carta

Así, las icónicas bravas de My Fucking se preparan con harina de garbanzo y son una delicia que llega a la mesa acompañada de una salsa fina y equilibrada. Podemos combinarlas con unas ostras Bloody Mary con kimchi, una combinación de sabores que constituye una buena muestra de ese pulso exclusivo de los grandes chefs, o con otro de los hits de su carta desde los inicios: las croquetas de ossobuco, que por sí solas gritan a los cuatro vientos que el chef se ha pasado la vida entre fogones.

A estas alturas de la película, ya habremos entrado de lleno en el imaginario de este lugar, que reivindica la buena mesa en una zona en que tradicionalmente se ha comido de fábula y estaremos en condiciones de hincar el diente a un ssäam de porchetta con cebolla braseada, una maravillosa fusión entre Corea e Italia. La lista de platillos es amplia y tentadora: desde el carpaccio de picanha al mollete de steak tartar, el boniato con praliné de ajo rustido y espuma de cilantro o los originales tallarines Alfredo, otro clásico.

Las verduras de temporada y proximidad tienen un especial protagonismo en la carta del restaurante, como demuestran platos que van desde el boniato con praliné de ajo asado y chutney de cilantro (ganador del premio Desafío XChef by Cervezas 1906) o los tagliatelle de apionabo, espuma de Parmigiano Reggiano vacca bruna 46 meses, chips de ajo y clorofila de perejil, este último ganador del premio del Festival Parmiggiano Reggiano.

Si nos queda sitio (y hay que procurar que así sea), nada mejor que acabar el festín con un bocado de categoría: el black angus onglet ecológico con alioli suave. Un plato que, como todos los de My Fucking Restaurant, demuestra el compromiso del equipo con el producto de proximidad, siempre tratado con respeto y de la máxima calidad, procedente, en su mayor parte, de proveedores seleccionados personalmente por Bertozzi.

Su propuesta de postres refleja también el talante lúdico de My Fucking Restaurant, como demuestra su dorayaki de tiramisú o el mini cheesecake de ricotta y boniato. ¿Más motivos para visitarlo? Que los que quieran van a poder cenar con cócteles, algo que siempre es de agradecer cuando se busca una velada juguetona y hedonista.

En cuanto a la carta de vinos, confeccionada mano a mano por Bertozzi y Mangianti junto a la somelier Valeria di Benedetto, es un recorrido por más de 140 vinos naturales y de mínima intervención de todo el planeta. Una propuesta que marida a la perfección con la carta del restaurantes, siempre repleta de retos para los sentidos, la sensibilidad y el paladar. Se puede comer o cenar de carta a un precio de unos 35-40 €/persona u optar por sus dos propuestas de menú degustación a 38 € y 45 € respectivamente.

Los espacios

El restaurante, de look contemporáneo, desenfadado y cuidadísimo, cuenta con tres espacios diferenciados para disfrutar de una experiencia gastronómica por todo lo alto. Por un lado, la barra, justo en la entrada, un discurrir de platos y trajín que refleja muy bien la esencia de ese Raval canalla que reivindica My Fucking Restaurant. Por el otro, el salón, coqueto y agradable, muy luminoso a mediodía e íntimo por las noches, y por el otro la joya de la corona: el rincón del chef (una sala privada con dos mesas de ocho comensales) con vistas a la cocina donde disfrutar del ambiente My Fucking en un espacio íntimo y a su vez ajetreado, donde se respira el discurrir de una cocina que dista mucho de ese ambiente férreo, casi militar, que se respira en ocasiones en otros lugares.

El chef: Matteo Bertozzi

Nacido en Rimini (Italia), Matteo Bertozzi es un viejo amigo de la gastronomía barcelonesa desde que se puso al mando del restaurante O'Viso, en plena Plaza George Orwell, allá por los primeros dosmiles. Su sueño fue siempre abrir un local que, sin desviarse de aquella cocina desenfadada y lúdica que ha marcado su carrera, ofreciese una propuesta más ambiciosa con la vista puesta en la alta gastronomía, sin límites ni encorsetamiento. Así, en su My Fucking Restaurant, la niña de sus ojos, no existen las barreras gastronómicas, que parten siempre del amor incondicional por el producto de temporada y proximidad.

My fucking Restaurant
Nou de la Rambla, 35.
T. 93 639 78 27.
Horario: Lunes, jueves y viernes, de 19 a 23 h. Sábado y domingo, de 13 a 16 h y de 19.30 h a 23 h.

Instagram: @myfuckingrestaurant
www.myfuckingrestaurant.com