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Los beneficios del pan en la alimentación

El pan es uno de los alimentos que constituyen la base de la pirámide alimentaria de  nuestra dieta mediterránea, una de las más variadas, equilibradas y sanas. Es clave pues nos aporta hidratos de carbono, fibra y proteínas vegetales, lo que lo convierte en uno de los productos más completos de nuestra alimentación.

Además de tratarse de un alimento base, su consumo se asocia con una mejora del tránsito intestinal por su alto contenido en fibra, su aporte de vitaminas hidrosolubles del grupo B, y sus altos niveles de minerales, que favorecen el correcto desarrollo de nuestro cuerpo y mantienen en buen estado nuestro organismo.

Es por ello que la OMS recomienda que se consuman al día aproximadamente 250g de pan al día lo que equivale a 40-50 gramos por comida. Pese a este consejo, en los hogares españoles solo se consumen 90g diarios. Este descenso es en la mayoría de los casos  consecuencia de falsas creencias. Sin embargo, debemos evitar caer en el error de eliminarlo de nuestra dieta diaria.

Es importante ser conscientes de lo indispensable que es este producto en nuestra dieta, pues cubre gran parte de nuestras necesidades nutricionales y nos aporta amplios valores energéticos.

Dada la indiscutible importancia que tiene en nuestra alimentación, para fomentar su consumo, desde Levanova, marca vallisoletana de levadura, nos ofrecen una receta para que nos animemos a elaborar nuestro propio pan en casa:

La fórmula:

Harina, agua, sal, y levadura es todo lo que necesitamos. La clave está en la calidad y cantidad de los ingredientes, que deberán ser seleccionados en función del resultado que busquemos.

Aunque para comenzar, se recomienda usar harinas de trigo con altos niveles de proteínas, en unas proporciones aproximadas de: 500 gramos de harina, 300 g de agua, 10 g de sal y 15 g de levadura.

Amasado:

Mezclar bien los ingredientes es una de las fases más importantes de la panificación. De esto depende la formación de la red de gluten que proporcionará la esponjosidad al pan. Cuando más desarrollemos este proceso, mayor será el volumen del pan y más blanca y regular la miga.

El reposo y la fermentación:

Para que la masa adquiera “cuerpo” es necesario dejar un periodo de tiempo de descanso tras el amasado para que la levadura actúe y madure la masa aumentando su fuerza y produciendo los aromas que aportan el sabor al pan.

Formado y fermentación final:

Primero dividiremos las piezas. Seguidamente, bolearemos para reestructurar la masa para que se elimine el exceso de dióxido de carbono que se haya podido crear durante el primer reposo o fermentación. Después, dejaremos un segundo reposo para que el gluten se relaje, este paso suele durar unos 15 minutos. Por último moldearemos nuestra pieza, o piezas, hacía su forma final.

Cocción:

Con el horno precalentado a 220º, baja la temperatura a 180º e introduce la masa en el horno acompañándola de unos cubitos de hielo. Estos deben ponerse en una segunda bandeja que habremos colocado en la parte inferior del horno antes de encenderlo. Será la humedad producida la encargada de que la corteza se forme correctamente.

Espera unos 15 minutos y… ¡tendrás un pan elaborado con tus propias manos! ¿Te vas a quedar sin probarlo?