Regresa un clásico de la Navidad: el Roscón de Madreamiga, uno de los más aclamados de la capital

La Navidad tiene un sabor especial gracias a una tradición que se repite cada año: el Roscón de Reyes de Madreamiga. Este obrador artesanal, que defiende el trabajo respetuoso y honesto con el pan y la repostería, ha convertido su Roscón de Reyes en una referencia imprescindible tanto en las listas especializadas como entre sus fieles clientes. “Cuando empezamos hacer Roscón mucha gente nos decía que por qué no tenía esas frutas de color rojo y verde que suele tener el Roscón, y nuestra respuesta siempre era la misma: esas frutas suelen ser industriales y químicas y nosotros queríamos confitar nuestra propia fruta. Por eso optamos por hacer nuestro Roscón solo con nuestra naranja confitada. Creo que ese fue el detonante por el que nuestro Roscón empezó a ser famoso. Era diferente, fresco, tierno y llevaba una fruta que la gente no dejaba en el plato”, recuerda su creadora, Begoña San Pedro.

El secreto de su éxito radica en la calidad de sus ingredientes y en un proceso cuidado al detalle. La textura ligera, el aroma delicado de azahar y la selección de materias primas hacen de este Roscón una pieza única. Desde hace más de cinco años, la receta se mantiene fiel: Huevos camperos gallegos, harinas gallegas molidas a la piedra, aceite de oliva virgen de Jaén, su masa madre, naranja y limón rallados a mano, líquido de sus naranjas confitadas, almendra marcona, naranja confitada, azúcar, sal y agua de azahar de Luca de Tena.

El Roscón de Reyes es, para San Pedro, más que un postre: es parte de su vida. Lleva dos décadas elaborándolo y confiesa que no concibe estas fiestas sin hornearlo. “En noviembre empieza ese olor maravilloso de naranja y azahar, las reuniones para calcular la producción del año, etc. He de reconocer que a mí escuchar la palabra Roscón me emociona muchísimo, siento una mezcla de alegría y de preocupación de que todo salga bien”, explica. Los días previos al 6 de enero se convierten en auténticas jornadas maratonianas: “el equipo da lo mejor de sí mismo, nuestras familias nos ayudan en lo que pueden, el teléfono suena las 24 horas, recibimos miles de e-mails y todo impregnado con el olor a naranja y azahar, mientras las batidoras de nata y trufa se pasan funcionando las 24 horas del día”.