Al día

¿Cómo debemos afrontar la salida del confinamiento?

Con motivo de la desescalada y, en consecuencia, la reducción de restricciones durante el confinamiento, el profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo y psicólogo clínico de HM Hospitales, Amable Cima, asegura que debemos plantearnos opciones positivas y eficaces, desde el punto de vista psicológico, que permitan a los individuos, y a la sociedad en su conjunto, afrontar el futuro con herramientas emocionales que minimicen los daños psicológicos posteriores a la cuarentena.

1. Comer bien y sano.

Observar la alimentación como un factor de protección de la salud física y mental. Si hemos empezado a comer más sano y con el criterio de que la comida no se debe medir en función de la cantidad sino de su calidad, así como con la idea de que los alimentos no sólo tienen una función nutricional sino también social, esto nos ayudará a mejorar nuestra salud y a luchar contra la plaga de la obesidad.

2. Mantenerse físicamente activo.

Este periodo de aislamiento ha servido para descubrir la importancia del ejercicio físico en el mantenimiento de la estabilidad física y mental, y cómo la realización de un ejercicio moderado hace que nuestro cerebro segregue en mayor cantidad neurotransmisores relacionados con el bienestar y el buen humor. Mantener, o instaurar por vez primera, actividades relacionadas con la realización de ejercicio físico va a permitir a la persona desarrollar una significativa mejoría en su salud física y mental. Y para quien no tenga tiempo de ir al gimnasio, 45 minutos diarios de paseo activo, sólo o acompañado, actúan como una de las mejores terapias para lograr el bienestar.

3. Tomarse un descanso.

Todos nos hemos estado quejando de que no tenemos tiempo para nosotros. La enseñanza de este periodo de enclaustramiento debe habernos permitido ver lo falso de esta queja; pues cuando ahora hemos tenido tiempo para nosotros y para nuestra familia, el problema era el aburrimiento o las discusiones. Esto debe hacernos reflexionar acerca de nuestro modo de asumir las exigencias de la vida diaria, e incorporar a nuestras actividades un tiempo para nosotros mismos: cuidarnos, leer, practicar la relajación o meditar sobre nosotros mismos. Si no dedicamos un tiempo a descargar la presión a la que nos vemos sometidos cada día, nuestro cuerpo, como cualquier máquina compleja, terminará por estropearse, en forma de enfermedad física o mental.

4. Pedir ayuda: hablar de los propios sentimientos.

Una de las acciones más positivas desde el punto de vista de la salud mental es poder hablar de nuestros sentimientos, de cómo nos sentimos cuando las cosas no van bien. Bien sea por falta de costumbre, o bien porque tememos que si hablamos de cómo nos sentimos los demás puedan aprovecharse de nosotros, no es este un hábito que tengamos incorporado en nuestro repertorio de conducta. Cuando el estado emocional de la persona supere sus capacidades personales de afrontamiento, será necesario acudir a un profesional de la salud mental.

5. Aceptarse a uno mismo, con sus virtudes y defectos.

Este freno a la actividad profesional o académica se ha convertido en un momento de reflexión más o menos obligada sobre nuestros objetivos personales, familiares o profesionales. Es un buen momento para que de esa reflexión saquemos las mejores conclusiones, con un proceso mental de aceptación de nuestras virtudes y defectos, así como del planteamiento de aquellos cambios en nuestras ideas o conductas que mejoren no sólo la imagen que tenemos de nosotros mismos, sino de nuestra relación social, familiar o profesional. Debemos aprovechar este momento clave para pararnos a repensar las cosas, ver nuestros puntos débiles y fortalezas, e iniciar cambios que nos permitan mejorar como persona, como miembro de la familia, como amigo o como compañero de trabajo. 

6. Beber alcohol con sensatez.

El aumento del consumo de alcohol como un medio para pasar el tiempo de aislamiento puede llegar a ser comprensible, pero después se debe volver a un consumo sensato del alcohol, tanto por la prevención de enfermedades como de la gestión psicológica de uno mismo. En una sociedad como la española en la que el consumo de alcohol está socialmente aceptado, debemos trabajar para que ese consumo no se convierta en una fuente de patologías físicas y mentales.

7. Mantener la comunicación con familiares y amigos.

Durante la cuarentena, las videollamadas de grupo aumentaron un 1000%, todo el mundo se apresuró a llamar a ese familiar o amigo con el que hacía tiempo que no hablaba. Si, por desgracia, se tenía un familiar enfermo por el coronavirus y este era hospitalizado, la sensación de indefensión y culpabilidad por no poder estar con él durante la hospitalización, o, si finalmente fallecía, la desesperación por no haber acompañado a ese familiar en sus últimos momentos, han sido muestras de lo olvidada que teníamos la importancia del contacto habitual con familia y amigos. Hemos recuperado una comunicación fluida con muchos familiares y amigos, mantengámosla como un medio para sentirnos apoyados y poder apoyar a los demás.

8. Cuidar de los demás.

Otra de las consecuencias de la cuarentena ha sido la aparición de comportamientos de ayuda desinteresada solidaria hacia vecinos, personas mayores o personas con discapacidad, para quienes era más difícil afrontar la obligación de permanecer en sus domicilios. “Curar y cuidar” ha sido el lema de los profesionales sanitarios para enfrentarse a la pandemia, y nosotros debemos mantener el lema “cuidarnos juntos” más allá en el tiempo. La satisfacción personal de sentirse útil ayudando y cuidando a las personas más vulnerables debe continuar, pues si el voluntariado social ya era algo que ayudaba a muchas personas a dar un sentido transcendente a su vida, ahora ese “cuidarnos juntos” es una oportunidad de mejorarnos a todos nosotros.

9. Hacer aquello que está bien y te hace sentir bien.

La mejor manera de enfrentarse al miedo y la preocupación es dedicarse a hacer cosas gratificantes, aquellas que nos hacen disfrutar y sentirnos bien. Da igual que sean hobbies, ayudas a los demás o nuevas actividades que alguien nos descubre. Todo aquello que sea algo positivo, algo que nos haga crecer, es el momento de dedicarse a ello, pues no hará sentir muy bien. Y también necesitamos desconectar de la realidad más dura, dedicándonos a otra realidad, aquella más gratificante para nosotros y para los que nos rodean.

10. Participar activamente en las acciones sociales de la comunidad.

El apoyo psicosocial se va a convertir en una de las más importantes opciones para la ayuda mutua tras una pandemia como la que sufrimos. Debemos ir a un sistema más colaborativo y menos individual, más fundamentado en la participación social dentro de la comunidad. Debemos participar en la reconstrucción social que acompañará a la reconstrucción económica del país. En esta situación, sentirse que formamos parte de la comunidad nos permitirá hablar y escuchar, participar y aportar, sentir y cuidar, todas ellas acciones que redundarán en nuestro bienestar psicológico y en el del grupo.

11. Ser creativo: descubrir nuevas aficiones y retos personales.

Todo cambio debe ser afianzado creando nuevos hábitos más positivos. En situaciones de crisis, nuestra obligación es replantearnos si nuestra vida, si nuestros objetivos, son coherentes con lo que hemos conseguido. Y sólo desde una visión integral y creativa podremos aprovechar esta oportunidad que nos ofrece la realidad: debemos ir más allá y plantearnos nuevas aficiones, nuevos retos, nuevas opciones, que nos permitan crecer como persona, como miembro de una familia, como profesional.

12. No rendirse nunca ante la adversidad.

Cuando las cosas vienen mal dadas es cuando más debemos luchar. Si estamos agotados es muy difícil sentir que podemos seguir luchando. Por esa razón, si hemos seguido las once ideas anteriores estaremos en condiciones de enfrentar la adversidad con fuerza mental y física. Es ahora cuando debemos hacer realidad el lema “En este barco vamos todos juntos y nadie va a tener que saltar por la borda”.