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5 claves sobre la reciclabilidad de los envases y su papel para avanzar hacia una economía circular

¿Qué es la reciclabilidad? ¿Es lo mismo que el reciclaje? ¿En qué se diferencian? ¿Son todos los envases igual de reciclables? La respuesta a estas cuestiones no es tan sencilla como podría parecer. Y es que sólo mejoraremos la gestión de residuos de envases si levantamos la mirada más allá de la separación de residuos y la recogida selectiva; si tomamos decisiones en función de los resultados reales de los procesos de reciclaje. ¿Se recicla la totalidad de mi envase o solo una parte? ¿Pierdo parte del material en el proceso? ¿El material se recicla en algo de igual calidad o acaba perdiendo su valor? 

Con motivo del próximo Día Mundial del Reciclaje, Ball, líder mundial en la fabricación de latas de bebidas, ofrece cinco claves básicas sobre por qué la reciclabilidad de los envases es fundamental para avanzar hacia una economía circular real, donde los residuos sí acaban siendo recursos.  

1- Reciclaje vs reciclabilidad. Con la actualización de la Directiva relativa a los envases y residuos de envases, Bruselas ha marcado el camino para dejar clara esta diferencia: la tasa de reciclaje de todos los materiales deberá calcularse en el punto donde este se convierte en una nueva materia prima nueva -por ejemplo, el aluminio en el momento que se funde-. Si hay alguna pérdida anterior en el proceso, no se debería tener en cuenta. Lo mismo pasaría con los demás envases. Si un envase tiene varios materiales, entonces la tasa de reciclaje solo debería contar aquellos materiales que sí se pueden reciclar.  

2- Materiales que puedan reciclarse una y otra vez. Como, por ejemplo, el aluminio. Como metal que es, es un material permanente que permanece inalterable y que es infinitamente reciclable, sin importar cuántas veces se procese. Además, su punto de fusión (660°C) es más bajo que el de otros envases, por lo que las latas de bebidas requieren menos energía durante su reciclaje y su huella de carbono es sensiblemente menor.

3- Misma calidad que el material original. La economía circular real no solo se preocupa por alcanzar elevadas tasas de reciclaje, sino también de asegurar un reciclaje de calidad. Y es que un sistema eficiente debería garantizar que, independientemente de cuántas veces se recicle un material, este mantenga el valor al final de su vida, preservando las mismas propiedades inherentes en la materia virgen. Se evita, así, el llamado “downcycling”.

4- El diseño importa. Cada vez son más las empresas que invierten en mejorar el ecodiseño de sus productos para así reforzar su reciclabilidad. En el caso concreto de la lata de aluminio, sus propiedades y condición monomaterial hacen fácil y económica su separación. El procesamiento es, además, simple, independientemente del tamaño, color y formato. De hecho, la lata adopta cada vez más opciones de diseño innovadoras (efectos mate, realidad aumentada, tintas que lucen en la oscuridad, códigos QR…) sin que estas interfieran en su nivel de reciclabilidad.

5- Las más recicladas. Un material como el metal conserva sus propiedades inherentes para siempre, lo que lo convierte en un ejemplo perfecto de circularidad. En 2018, se recicló el 76,1 % de las latas de bebidas de aluminio en Europa, y el 60% a nivel mundial. Se trata, en definitiva, de uno de los tipos de envase más reciclados del mundo.

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